Como todos sabemos, muchas veces los medios de comunicación llevan a cabo campañas comunicativas destinadas a propagar la buena imagen de personajes y/o proyectos que necesitan de un empujón positivo y de cierto apoyo ciudadano. Es lo que en este blog llamamos el optimismo informativo. Hay varios tipos de optimismo informativo, pero ahora destacaremos principalmente tres:

- El ejercido a favor de proyectos que irremediablemente fracasarán. Los lectores habituales de este blog conocéis un ejemplo clarísimo de esto: el Aeropuerto de Ciudad Real, un proyecto que acudía al examen final con innumerables asignaturas pendientes. No obstante, la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha incitó a los medios de comunicación a crear en la ciudadanía un optimismo con el que poder escudarse ante posibles fracasos. Así, cuando el Aeropuerto no pudiese abrir o se convirtiese en un fraude total, la culpa no sería del proyecto en cuestión, sino de los malditos anarquistas comehierbas que imposibilitan el progreso aunque éste se lleve por delante todo lo que nos queda de sentido común. Este optimismo informativo es cíclico y su renovación es automática: en cuanto se acaba nuestro afán, lo renovamos y volvemos a empezar.

- El ejercido en épocas de escasas ventas (verano, sobre todo) y cuyo único objetivo es la venta de humo y de ejemplares, independientemente de si el objetivo en cuestión es viable o no. El típico caso es el de la selección de fútbol española ganando un título. Aunque este optimismo informativo empieza a justificarse ahora, nunca en los últimos 20 años había llevado razón. Este optimismo informativo también es cíclico y su renovación también es automática: en cuanto se acaba nuestro afán, lo renovamos y volvemos a empezar.

- El ejercido a instancias de los políticos, de la publicidad y a tenor de las posibles ventas de humo. Este tercero es una mezcla del primero y del segundo y, sin duda, es el peor de todos, ya que, al haber tantísimo dinero implicado, encaja muy, pero que muy mal las derrotas. Es el caso de Madrid 2016, unos JJOO que, una vez más, nos han derrotado. Y es que lo que empezó siendo una corazonada parece estar convirtiéndose más bien en una cabezonada. El optimismo informativo en esta ocasión ha sido muy fuerte a pesar de que los estudios no fueron demasiados favorables desde el principio y a pesar de que en España somos los reyes en coleccionar bocazas impresentables. En este caso, el carácter cíclico se da a medias. Y es que, tras perder las Olimpiadas, los medios, haciendo gala del mismo mal perder que nuestra delegación olímpica, se quedaron tan anchos poniendo a parir al COI sin ningún tipo de problemas (1, 2 y 3, por poner sólo algunos ejemplos). Una serie de malos comportamientos que, aunque nos neguemos a verlo, nos han dado una pésima publicidad y un carácter de país de pataleta.

Sin embargo, y una vez asimilado el nuevo tropezón, muchos medios han empezado a recular. El día siguiente de la derrota, Hilario Pino (Telecinco) ya tachaba de "cansino" el empeño de Madrid en convertirse en sede olímpica. Otros medios, que se iban también desligando del fanatismo, optaban por hacer públicos los nada menos que 37,8 millones de euros que costó la candidatura.

Y es que si un político se aventura a emprendar una campaña de optimismo informativo, antes tiene que asegurarse de comprar el beneplácito de los medios aunque las cosas vayan mal.

Madrid 2016 no lo hizo y es posible que ahora comiencen las consecuencias. La veda se ha abierto y esto no ha hecho más que empezar.