Después de 36 años de dictadura franquista, la libertad volvió a las calles. Algunos, bastante pesimistas, dicen que ni siquiera hoy día hay verdadera libertad, una opinión a la que un servidor se opone frontalmente. Claro que hay libertad. De hecho, lo que hay prácticamente es barra libre.

Barra libre para que un grupo ultraderechista, golpista, dictatorial y franquista campe a sus anchas sin ningún tipo de problema. Barra libre para que hagan gala de unos gestos que nos recuerdan al nazismo y que hacen estremecerse a medio mundo y acojonarse al otro medio. Barra libre para que el fascismo más asqueroso y repugnante no se mire a sí mismo con desprecio, sino que se envalentone para lanzar proclamas xenófobas y nazistas a diestro y siniestro sin ningún tipo de rubor. Es curioso que algunos colectivos sean partidarios de regímenes totalitarios y fascistas, ya que muchos de sus integrantes no habrían sobrevivido en esas épocas (recordemos que Hitler estaba a favor de quitarse de enmedio a los retrasados mentales).

Realmente es increíble cómo hasta los países más agresivos han conseguido quitarse de encima (de modo más o menos aparente) a toda la morralla fascista, mientras que en España tenemos a un Fraga suelto por las calles o a un grupo de neanderthales que no sólo no se acojonan ante la posibilidad de que alguien los juzgue, sino que, de hecho, son los primeros en denunciar y en amenazar. Como si el Estado fuese suyo.

Pero lo más sangrante de todo esto es que tengamos unos partidos a los que les dé exactamente igual que existan este tipo de grupos, ya que nuestros políticos prefieren convertirlo todo en una pelea paralela de gallos y enfrentarse por las leyes. Lo que no parece importarles es que -en según qué ocasiones- lo que importa no son las leyes, sino los que se las saltan sin ningún tipo de problema. Y, lo que es peor, con la más absoluta impunidad.