El mundo está lleno de personas sin arrojo, sin valor, sin valentía suficiente, sin lo que hay que tener... Son los acojonados. También los hay que se ponen la valentía por bandera y se lanzan a hacer lo que consideran que tienen que hacer, incluso (o sobre todo) si llevan todas las de perder... Son los que tienen dos cojones. Y en España tenemos ahora mismo dos ejemplos perfectos para cada cosa.

El acojonado: Zapatero. Seguro que cada uno de nosotros podríamos encontrar varias razones para llamar a Zapatero acojonado, pero hoy se da una muy concreta. Hoy mismo, el Consejo de Ministros va a aprobar la reforma laboral a modo de decreto. Asegurando que es la mejor reforma para todos, pero por decretazo. Todo por el pueblo... pero sin el pueblo, al estilo del despotismo ilustrado. Zapatero no se conforma con llevar adelante una reforma laboral que no contenta a nadie, sino que además lo hace el mismo día que la selección española debuta en el Mundial. Así las miradas estarán en otro lado. Incluso las de los periodistas. Incluso las de los ciudadanos.

Los que tienen dos cojones: los sindicatos. Al final, y contra todo pronóstico, habrá huelga general. Tras las eternas falsas alarmas de Izquierda Unida, los sindicatos han decidido anunciar la huelga general. Y todo ello a pesar de que el ensayo en forma de huelga de funcionarios fue tan ruinoso que nadie los creía capaces de hacer un ridículo aún mayor. Pero los sindicatos, ésos en los que nadie confía, ésos que no obtuvieron el respaldo de los funcionarios la semana pasada, ésos que dejaron de tener el respaldo del resto hace bastante tiempo, ésos, se meten a organizar una huelga general a más de tres meses vista. Si eso no es tenerlos cuadrados, que baje Dios y lo vea.

En cualquier caso, y pese a las distintas circunstancias de cada cosa, todo parece apuntar a que la mayoría de los ciudadanos le harán el mismo caso a la reforma laboral y a la huelga general: cero. Y eso que ambas medidas están terriblemente enfrentadas y alguna de las dos tendría que imponerse a la otra, pero parece que la gente hará caso omiso a las dos.

En el caso del decretazo, nos cagaremos en el cabrón de Zapatero no sólo por jodernos la vida, sino además por tomarnos por imbéciles haciéndolo el día del fútbol para que no nos centremos en la reforma laboral. Y en el caso de la huelga, no iremos para protestar por el servilismo de los sindicatos hacia el Gobierno.

Bien es cierto que al hilo del decretazo podríamos protestar formalmente ante la tropelía de esta reforma laboral, y no es menos cierto que a la huelga podríamos ir aunque sólo fuese por el remordimiento de no haberla hecho antes. Pero claro, supongo que es mejor darle la razón a Zapatero, no hacer nada y limitarnos a criticarle a él y dentro de unos meses a los sindicatos.

Si al final las excusas nos van a venir bien y todo. Con tal de no mover un dedo, lo que sea.