Electroduendes patrioteros
La culpa fue de un error informático. Desde el timo del efecto 2000, la excusa sirve para casi todo. Es la mejor desde aquella de “mi perro se ha comido mis deberes”. Le sirvió a Ana Rosa Quintana cuando se descubrió que la presentadora había plagiado media novela a otra autora. Le ha valido también al PP para amortiguar la última metedura de pata de la campaña patriotera del orgullo español, esa iniciativa tan en línea con la doctrina Rajoy y su “hablar de las cosas que de verdad preocupan a los españoles”.
El jueves, víspera de la fiesta nacional, el PP ordenó a sus alcaldes que organizasen para el día siguiente un acto cívico en honor a la bandera. Para evitar gallardonadas, para que nadie se saliese del guión, desde Génova enviaron el discurso ya hecho: un folio de lugares comunes sobre la banderita roja, la banderita gualda. Y se pasaron de frenada. El manifiesto iba dirigido al presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Después de tanto insistir en que el orgullo nacional no era cosa partidista, lo de proclamar manifiestos contra el presidente y a favor de la bandera en cada ayuntamiento, en el día de la fiesta nacional, no sonaba muy demócrata.
Afortunadamente, se trataba de un error, de un lamentable error. A última hora del mismo jueves, el PP descubrió a los responsables de tan freudiano desliz: los electroduendes. La culpa de que el manifiesto del banderazo fuese dirigido a Zapatero no era ni siquiera del inconsciente sino del PC. Y no me refiero al Partido Comunista. Según los conservadores, lo de arengar por la bandera y contra el presidente al tiempo que desfilaban las tropas fue un error informático del pobre departamento de Prensa del Partido Popular, que es quien tuvo que pasar el antivirus para arreglar la chapuza. En una explicación surrealista para cualquiera que sepa manejar un ratón, desde el PP aseguran que el encabezamiento de “señor Rodríguez Zapatero” formaba parte de la maqueta previa del documento -será la costumbre-. Y que al hacer el PDF se rompió el baudio de la trócola. O algo así.
Más en el blog de Nacho Escolar.
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