Carta abierta de David Bravo a César Antonio Molina, ministro de cultura, a propósito de las campañas educativas contra las descargas de Internet:
Sr. Ministro:
Como nuevo encargado del Ministerio de Cultura, me gustaría hacerle algunas consideraciones a propósito de las campañas educativas y de concienciación que realizan ustedes todas las navidades sobre las maldades de las descargas de Internet.
El motivo de mi carta es pedirle que, por favor, este año no me conciencien más. La verdad es que me preocupa, como a todos, las grandes pérdidas del sector discográfico y audiovisual. El día que el director de Fedicine dijo que “se están despidiendo ejecutivos” por culpa de los piratas y que esto es “un drama muy grave”, apenas pude conciliar el sueño. No hay nada que me de más miedo que un montón de ejecutivos caminando sueltos por las calles sin nada con lo que entretenerse.
No obstante, y pese a que comparto sus razones para concienciar a la población sobre este grave problema (de verdad que no sé qué hace Amnistía Internacional que no interviene) me parece que tienen que replantearse sus medios de concienciación. Como usted bien sabe la última encuesta del CIS revela que los españoles piensan, además que sus campañas no valen para nada, que el intercambio de obras a través de Internet es algo positivo. La conclusión que ha de extraerse de esto no es que han de aumentar la presión concienciadora sino que, más bien, han de respetar que existe un punto de vista divergente que, tal vez, ha de ser debatido. La posición unilateral de sus campañas comienza a dar miedo y los términos con los que ustedes las describen inquietan bastante.
La memoria de 2006 de la Comisión Intersectorial para Actuar Contra las Actividades Vulneradoras de la Propiedad Intelectual, comisión ésta adscrita a su ministerio, manifiesta que sus campañas tienen como objetivo principal a los más jóvenes y, lo que es más preocupante, se extiende a los “centros docentes”, por lo que incluye a niños. Sepa usted que a esa edad, nuestros hijos son muy impresionables y resulta fácil inculcarles cualquier mensaje, incluso si el mensaje es que es una buena idea que vuelvan las Spice Girls.
Me gustaría que mi hijo, y yo mismo, quedáramos fuera de sus planes educativos. Quisiera, si fuera posible, mantener mi particular opinión sobre los problemas que actualmente suscita el copyright y el modo de resolverlos. Me gustaría, en definitiva, no ver más anuncios de concienciación. Todos sabemos el efecto que produce la repetición del mismo mensaje de forma insistente. Es la lección número uno de la propaganda y no me extrañaría que, aunque mi postura en estos momentos es la que es, pueda que mañana, por culpa de sus reiterativas consignas, termine manifestándome con los ejecutivos desempleados para defender los intereses de la misma industria que me llama ladrón. La verdad, no me gustaría.
Bastante más en el blog de David Bravo.
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