España es un plató de televisión en el que todo es debate. Toda la vida nacional es debate y sólo debate. Electoral, digo. Parece que en bares y tabernas, en la cola del pescao, en el autobús y en las puertas del colegio, España sólo hablara del debate. Parece que sólo existiera una televisión, como cuando Franco, y todos viéramos el mismo programa. Hala, audiencias televisivas de veinte millones. Casi como el otro día.

Es ridículo pensar que de verdad trece millones de españoles esperaran este momento para decidir a quién votar. Tal y como es España los trece millones estaban convencidos de su voto y sólo veían la televisión para comprobar cómo el otro candidato perdía y se daba el gran batacazo. Como quien sintoniza un partido cinco minutos con la esperanza de ver el gol de la victoria de su equipo justo porque él ha puesto la tele en ese momento.

Miren el único debate que ahora mismo es importante en España es por qué cada semana hay más mujeres muertas por sus maridos. También podría ser interesante que alguien nos explicara la razón por la que la ley actual no cumple su función, pero eso no va a ocurrir. El interesado está preparando el próximo debate de su líder. Que los candidatos se metan por donde les quepa los cheques para el alquiler, los cheques bebés, los cheques jubilación y los cheques ahorro de Carrefour, que mañana va a morir otra mujer a manos de su marido. O su loquesea.


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