Los periodos de elecciones son terribles para todos, sobre todo para los ciudadanitos de a pie que a diario tenemos que soportar los berridos, rebuznos y demás improperios que se dedican los políticos entre sí.

Esto de que los políticos se acusen de tal o de cual no es nada nuevo, ya que lo hacen constantemente. Pero en periodos de campaña, nuestros políticos desarrollan un especial sentido de la atención para sacar cualquier palabra de contexto con tal de machacar al contrario. Del mismo modo, todos tienen que tener un especial cuidado al medir sus palabras, no sea que puedan volverse en su contra.

En este ejercicios de medir las palabras van con ventaja los veteranos, y claro está que Manuel Pizarro no lo es. El presidente de Endesa, y número dos del PP al Congreso por Madrid, concedía esta mañana una entrevista en la Cadena SER en la que le preguntaban qué le compraría a Zapatero. Pizarro, tras decir que le regalaría "sensatez" (una respuesta que habrían aplaudido sus compañeros de partido), se soltaba la melena, desactivaba el pilotito de medir las palabras y afirmaba que a Zapatero le compraría "la voz de su señora, que canta en un coro".

Uno oye estas declaraciones y piensa: "¡zas! demagogia a la vista". Efectivamente. A lo largo del día, la secretaria de relaciones internacionales del PSOE, Elena Valenciano, cogía su bandera, se enfundaba su traje de Juana de Arco y respondía a Pizarro diciendo que "hoy en día ya nadie considera que el cuerpo o la voz de las mujeres sean propiedad de sus maridos", con lo que las declaraciones del número 2 del PP demuestran "su ideología claramente machista y retrógrada".

Francamente, a mí me van a perdonar, ya que, además, seré la última persona en este mundo en defender a Manuel Pizarro, pero quizá estén de acuerdo conmigo en que, en el contexto de una conversación medianamente distendida, no exista ningún tipo de machismo en decir que "a Zapatero le compraría la voz de su esposa, que canta en coro", máxime cuando seguramente a Pizarro se la repampinfle la mujer de Zapatero y su maravillosa voz y tan sólo haya respondido eso por decir algo.

Nos esperan treinta días en que nuestros políticos estarán a la que salta y aprovecharán cualquier despiste en las declaraciones del contrario para tirárseles a la yugular aunque sus argumentos sean pobres y ciertamente demagógicos.

Seguro que estos días se encuentran con muchos casos como éste, tanto de un lado como de otro, de modo que les animo a que ustedes también estén 'a la que salta' y me los cuenten.