La crisis de los ricos es terrible, y más aún porque nadie la entiende, porque nadie sabe hasta dónde llega el agujero insondable de las deudas, porque nadie se atreve a saber hasta dónde alcanzan las pifias que han cometido los bancos y todo el entramado financiero de la voracidad institucionalizada. Lo que vemos debajo de tanta basura, tanto logo y tanta soflama es que el sistema está podrido. Siempre lo ha estado, pero ahora hemos alcanzado el clímax de la miseria. Hemos perfeccionado tanto el mecanismo que da soporte a la codicia que ya no hay forma de saber qué está pasando. Los estados se van a quedar sin dinero para tapar tanta infamia consentida y a veces alentada por ellos mismos.

Más en este artículo (quizá un poco populista, pero certero al fin y al cabo) publicado en El Periódico de Aragón. Sacado de Menéame.

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