Mientras los medios no hacen más que seguir cayendo y las inversiones publicitarias son cada vez más bajas, los responsables de estas empresas se preguntan cómo afrontar el futuro con unas mínimas garantías.

Una de las primeras medidas ya la conocemos: los despidos. En los últimos tres meses ha habido más de 3.000 despidos, y la cifra en el último medio año llega casi hasta los 5.000 trabajadores de medios que se han ido a la calle. Entre tanto, los medios tocan a la puerta de papá Estado y comienzan a sugerir un plan de rescate para la prensa como el llevado a cabo en Francia. Además, los grandes medios españoles ya han creado un lobby desde el que lloriquear y solicitar ayudas a troche y moche una asociación desde la que unir esfuerzos y luchar por sus derechos.

Sea como fuere, lo cierto es que en tiempos de crisis la prensa está estrujándose la cabeza (bueno, esto permítanme que lo dude) para buscar nuevas vías de financiación, con resultados más negativos que positivos. Una de las primeras (y más absurdas) propuestas en salir a la palestra es la de el cobro por los contenidos, una propuesta tan estúpida como equivocada. Un día, hablando con Altermundista, me comentaba grosso modo (corrígeme si me equivoco, Altermundista) que los ciudadanos deberíamos aprender a valorar el trabajo de los demás y contribuir pagando por unos contenidos que aunque puedan darse gratuitamente, están dotados de una calidad que nos apetece recompensar con una aportación económica. Al margen de lo conveniente que podría ser plantearse este debate, lo cierto es que es impensable que a día de hoy los medios de comunicación se pongan a cobrar por sus contenidos de internet, unos contenidos que siempre han sido gratuitos. De modo que, aunque más de un directivo esté empeñado en querer hacerlo, esta medida tampoco vale. Al menos, si no queremos que nuestros lectores/oyentes/espectadores nos manden a paseo.

De modo que hay que pensar otras vías de financiación. Dicen que en épocas de crisis se soterra la especulación y sale a flote la imaginación y el talento, pero mucho me temo que en algunos sitios no están muy al tanto de este dicho. Un ejemplo de este tipo de lumbreras lo encontramos si visitamos Libertad Digital e intentamos dejar un comentario en alguna de las noticias. Lo primero que vemos es que, para comentar, nos piden una dirección de email y nuestra contraseña. "Vaya, no permiten anónimos, me voy a tener que registrar". Primer error. Cualquier directivo debería saber que un internauta no tiene un maldito segundo que perder. Y, desde luego, no lo va a perder registrándose en tu medio para poder comentar. Otra cosa es que no tengas la conciencia tranquila y hayas tenido que pedir que la gente se registre para de este modo evitar que tus noticias se llenen de comentarios que van más destinados a criticar a tu medio que a participar en el debate en cuestión.

Pero no acaba ahí la cosa, amigos. Y es que cuando pinchamos para darnos de alta como usuarios de Libertad Digital no sólo nos piden un correo electrónico y un nick (algo obvio), sino que además nos piden el número de teléfono, con lo que ya la cosa empieza a no oler nada pero que nada bien. Y lo mejor está por llegar, no crean. Cuando el usuario, inocente corderito, decide confiar a Libertad Digital su número de teléfono, se encuentra nada menos que con lo siguiente:



En efecto, amigos, Libertad Digital te cobra por registrarte. Lo cierto es que el precio del SMS (si finalmente sólo es uno) es insulso: 0,30 euros más impuestos. Pero ésta no es, ni de lejos, una buena forma de recaudación. En primer lugar, porque nadie paga por poder comentar en una web. En segundo lugar, porque nadie paga por un servicio que en su momento fue gratuito y que ahora sigue siéndolo en otros sitios. En tercer lugar, porque el mensaje con la contraseña nunca me llegó, y un usuario no confiará demasiado en una empresa que no sólo no le manda su clave sino que además le da unas explicaciones de segundo de primaria. Y en cuarto y último lugar (pero podría haber muchos más), porque lo de pedir el móvil -aparte de los servicios útiles que Libertad Digital pueda ofrecer- huele a SPAM que tira para atrás.

Frente a la crisis, innovación, talento e imaginación. Pero no en todas partes.

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