Jamás he conocido una ciudad tan insatisfecha consigo misma como Ciudad Real, cuyos habitantes miran constantemente a otros lugares de España, preferentemente al sur, como si buscaran en ellos su propia identidad perdida. No sé a qué puede deberse. Quizá a lo que siempre he mantenido: que Castilla-La Mancha es un invento de la Transición gestado a partir de territorios que sobraban y con los que nadie sabía qué hacer (Sólo así se explicaría que Guadalajara, por ejemplo, forme parte de esta región a pesar de ser más madrileña que Aranjuez; o que Albacete fuera hasta hace nada murciana).

Puede ser quizá mucho más sencillo. Ciudad Real no ha sabido mantener su patrimonio y casi ni siquiera su personalidad, por lo que tiene que soñar con ser otra cosa, jugar a creerse parte de tierras que le son completamente ajenas.

Extracto de un artículo que un ex compañero de El Día escribió hace un par de años.