El verano es sinónimo de pereza. Se trabaja menos, se produce menos ocio, todo se hace de forma más relajada... Encima en Ciudad Real y provincia, mesetosa ella, hace un calor alienante que nos recalienta (aún más) el cerebro y nos sumerge en una situación de coma que no desaparece hasta bien entrado septiembre. Así, los meses de verano son los idóneos para que en Ciudad Real tengan lugar las mayores invenciones. Y es que Ciudad Real, en verano, huele a impostura.

Julio empieza con el Festival de Teatro Clásico de Almagro, una cita obligada y obligatoria para cualquier ciudadrealeño, que, aunque no pise un solo teatro durante todo el año, ha de ir al menos una o dos veces a Almagro para dejarse ver por ahí y presumir de haber estado. Lo que más gracia me hace de este mes en Almagro es comprobar cómo mucha (muchísima) gente que a diario va en vaqueros se planta un vestido de noche para ir al teatro pagando no menos de 20 euros por una obra cuya entrada no pasa de los 10 euros el resto del año en cualquier otro teatro. Pero, como dijo Antonio Machado, es de necios confundir valor con precio, y en esa confusión mete el Festival al público para que se gaste una pasta, algo que también contribuye a que el teatro se convierta en un producto sólo apto para gente de gran nivel adquisitivo, como pasa, por ejemplo, con la ópera. Y claro, la gente va a la ópera con sus mejores galas y trajes de noche, así que en el teatro igual.

Más en este artículo de colaboración para la sección 'Mi agosto: apunte personal' de Confidencialba.

Si os vais a dar un garbeo por Confidencialba, os recomiendo especialmente la sección 'Sra. crisis, míreme a los ojos'.