En verano, como todos sabemos, baja la actividad en casi todos los sectores, incluido en el de la política. Es más, en el sector de la política no sólo bajan las cosas por hacer, sino también las ganas por hacer cosas. Y, ¿qué hacemos cuando no tenemos ganas de cargar con según qué marrones? Pues encasquetárselos a otro, está claro.

Y eso es exactamente lo que está pasando. Un ejemplo lo tenemos en la píldora del día después, que podrá finalmente ser vendida a los menores. Sin entrar a valorar si esta medida es acertada o no, lo cierto es que se ha creado una gran polémica, ya que el Gobierno ha decidido que los farmacéuticos hagan test de madurez a las adolescentes que pasen por la farmacia y así certifiquen si la chiquilla es madura y se ha ganado la píldora o si, por el contrario, se va a volver a casa con más de una preocupación. Ni que decir cabe que los farmacéuticos están locos de contentos con el marrón que les ha ganado el Gobierno.


Pero el trasvase de marrones no sólo se producen de los políticos a otros agentes sociales, sino incluso entre los propios políticos del mismo partido. El secretario de Estado de Telecomunicaciones y para la Sociedad de la Información, Francisco Ros, se acaba de dar cuenta de que los adolescentes internautas corren por internet como pollo sin cabeza y que eso no puede ser. de modo que se le ha ocurrido proponer que exista una asignatura en los institutos que enseñe a los adolescentes un mínimo civismo en internet. Hay que tener en cuenta que la educación es uno de los sectores que más dolores de cabeza políticos sufre: que si Educación para la Ciudadanía, que si aumentamos las horas de Matemáticas, que si quitamos la Plástica, que si los idiomas hay que enseñarlos antes..., así que habrá que ver si al ministro de Educación, Ángel Gabilondo, no le ha dado un infarto por la ocurrencia de su colega. Ni que decir tiene que los profesores y demás profesionales de la educación también están locos de contentos con la ideaza.

Y es que a los políticos se les ocurren siempre ideas brillantes. Sobre todo, si las tiene que llevar a cabo otro.