No se habla de otra cosa últimamente. Trece ayuntamientos de España han iniciado una guerra fratricida por albergar en su municipio un cementerio nuclear (ATC). Mientras tanto, las opiniones de unos y otros corren de un lado para otro como pollo sin cabeza.

En cuestión de partidos, no hay quien se aclare. Mientras Zapatero ofrece el ATC a los municipios, el resto de instituciones públicas gobernadas por el PSOE se oponen frontalmente a la energía nuclear. No se crean que en el PP no existe el síndrome bipolar. Claro que existe, y la que mejor lo representa es Dolores de Cospedal, quien, contagiada del efecto Nimby, apoya sin tapujos la energía nuclear al mismo tiempo que anuncia sanciones para los alcaldes del PP en C-LM que presenten su candidatura. En cualquier caso, este tipo de paranoias, por desgracia, son comunes en los partidos políticos y ya casi ni nos sorprenden.

En este artículo no me voy a posicionar a favor ni en contra de la energía nuclear, ya que no tengo los conocimientos necesarios para formarme ninguna opinión. Sin embargo, toda esta situación está dejando patente un par de cosas que no me gustan nada. En primer lugar, la actitud de Zapatero. El pasado sábado, aprovechando la Marcha contra la Corrupción, le pregunté a Cayo Lara qué le parecía el procedimiento de asignación del ATC, y éste me dijo que Zapatero, más que un presidente del Gobierno, parecía un jefe de subastas. Y tenía más razón que un santo.

Cabe esperar que un Gobierno, si ha tomado la decisión irrevocable de instalar un cementerio nuclear, realice una serie de estudios para determinar varios posibles alojamientos para el ATC. O, en caso de que lo ofrezca sin más a los municipios, podría haber dado un mínimo de instrucción a los ayuntamientos para informarles de qué es eso de la energía nuclear. Sin embargo, Zapatero se ha colocado en un atril con su ATC y se ha puesto a pegar voces a ver a quién se lo encasqueta. Que me lo quitan de las manos, oiga. Este procedimiento no sólo es una subasta pura y dura, sino que además lleva un cierto soborno: 700 millones de euros y 300 puestos de trabajo, según el Gobierno.

La actitud de Zapatero es llamativa, pero no lo es menos la de los ayuntamientos que han presentado su candidatura. A lo largo de estos días, ninguno de los municipios candidatos ha esgrimido ni un solo argumento técnico a favor ni en contra de la energía nuclear. Sólo han remarcado los 700 millones de euros y los 300 puestos de trabajo. Como decía antes, aquí no tenemos una opinión formada sobre la energía nuclear, más que nada porque en este debate hay más marketing que conocimiento. Pero, ¿y los ayuntamientos? ¿Sabrán qué es la energía nuclear? La verdad es que lo dudo bastante. En realidad no parece que los ayuntamientos candidatos estén menos acojonados que los no candidatos, sino que su acojone -o no acojone- es exactamente el mismo que en el resto de España. Lo que pasa es que hay muchísimos ayuntamientos literalmente arruinados, y 700 millones de euros no es poca cosa. Y 300 puestos de trabajo, ni te digo.

Llegado este punto, parece que en España hay trece municipios que no tienen ni idea de lo que es -o lo que no es- la energía nuclear, pero se mueren por tenerla y por ingresar el dineral que ésta les va a generar. Y esto debería hacernos pensar, porque es reflejo de muchas cosas.

Y si eso es reflejo de muchas cosas, ¿de qué es reflejo que un presidente del Gobierno se suba a una palestra con un cheque millonario para ver a quién le encasqueta algo que nadie quiere?

Si ya de por sí es triste que un ayuntamiento se arruine, ¿no es más triste aún que un presidente del Gobierno sea cómplice de esta ruina y le ofrezca un cheque a cambio de instalar una infraestructura que ningún ayuntamiento aceptaria si no fuese por el dinero?