En la Edad Media, el tradicional derecho de pernada permitía a los señores feudales mantener relaciones sexuales con las esposas de sus sirvientes. Este derecho no sólo era lícito, sino que para los sirvientes era una especie de acto de gratitud hacia sus jefes. Vamos, que como me has dado trabajo, qué menos que dejarte que te tires a mi mujer.

Por suerte, los tiempos han evolucionado y todo ha ido a mejor, ¿verdad? Hace pocos años, muchos jóvenes con dos carreras y un master tenían que dar las gracias por cobrar 900 euros mensuales trabajando en ocasiones más de ocho horas al día, sin cobrar las horas extra, sin apenas vacaciones y con las pagas extraordinarias prorrateadas.

Pero si hace unos años la cosa andaba jodidilla, ahora mismo está mucho peor. Y ya no sólo porque no haya trabajo, ni porque los grandes empresarios quieran un despido libre, sino porque precisamente los políticos están promocionando este tipo de situaciones abusivas. A poco que habléis con algún funcionario con altas responsabilidades o con algún experto en economía, os contarán que el Gobierno central y las comunidades autónomas, preocupados y obsesionados por generar empleo a cualquier precio, pasan por alto muchas cosas y miran para otro lado. Ahora mismo, una empresa no tiene que cumplir tantas normas y ajustarse a tantas leyes. Lo que hace unos años le habría costado una multa o un expediente a una empresa, ahora, a lo sumo, sería un pequeño tirón de orejas de la administración, que le pediría por favor al empresario, si no es mucha molestia, que regularice los papeles cuando tenga un ratillo. Pero no sólo las empresas se benefician de esto, sino que los propios ciudadanos también encontramos beneficio (por llamarlo de algún modo): los que tengáis que hacer la declaración de la renta y este año estéis cobrando en negro más dinero que un camello, no os preocupéis, que este año Hacienda permite la economía sumergida y va a mirar para otro lado. Ante la crisis bestial que estamos sufriendo, la obsesión de la administración y de los políticos es que la gente pueda tener un empleo o, al menos, una mínima fuente de ingresos, aunque ésta se salte toda legalidad. Sin duda, levantar la mano y mirar hacia otro lado para que los ciudadanos puedan sobrevivir es un gesto de lo más noble, pero habría que tener cuidado con él, ya que si seguimos permitiendo según qué cosas simplemente porque así se crea más empleo podemos entrar en un círculo no sólo vicioso, sino también muy peligroso.

A día de hoy, a casi ninguno de los (pocos) trabajadores que hay en España le dejamos quejarse de su situación, ya que ésta es envidiada por 4,5 millones de personas y sus respectivas familias. De este modo, cualquier currante tendrá que estar obligatoriamente contento con lo que tiene, a pesar de que a cambio de su mísero sueldo esté recibiendo continuos maltratos de sus derechos como trabajador y como ser humano. Y si dentro de varios años nos damos cuenta de que España se ha convertido en un país en el que el trabajador es un explotado y maltratado sin derechos, puede que ya sea demasiado tarde para reaccionar y nos dejemos llevar por la inercia.

Al fin y al cabo, el derecho de pernada tampoco ha cambiado mucho. A cambio de un trabajo, seguimos dejando que nos la metan por detrás.


P.D.: ¡Derecho de pernada!