Hace unos días hablamos por aquí de César Alierta, presidente ejecutivo de Telefónica y aspirante a dueño de todo lo tangible e intangible ("La inteligencia está en las redes, y las redes son nuestras"). El discurso resultaba tan orwelliano como surrealista, y, una vez abierta la caja de las barbaridades, el abanico de sandeces en que podrían desembocar estas declaraciones sólo estaba limitado por la capacidad de nuestra imaginación.

Pero si el discurso de César Alierta nos dejó boquiabiertos, ya tardaban en aparecer los que se apuntan a todos los bombardeos. Ayer Teddy Bautista decía que "lo lógico sería que Google pagara a las operadoras por usar su red y éstas, a su vez, paguen a la SGAE". Hace unos días podría haberme imaginado estas declaraciones en un diario satírico, pero, una vez más, la realidad ha superado a la ficción.

Ese fin de semana, hablando con agnóstico apático sobre las declaraciones de César Alierta, le decía que me parece vergonzoso que se le dé un altavoz a este tipo de gente. Él me dio una versión radicalmente distinta: "Al contrario: lo que hay que hacer es darle altavoz a toda esta gente para que todo el mundo sepa cómo son".

Y tenía razón. Que se les dé voz es bueno; lo malo es que se les dé voto.