El político de turno dice: “Todo el pueblo de Balmaseda se ha manifestado en contra del atentado”. Y uno ve la imagen de la concentración que se realizó, realmente desangelada (había casi más organizaciones convocantes que asistentes), y comenta: “Andá, ¿y ése es todo el pueblo de Balmaseda? No sabía que tuviera tan pocos habitantes”.

El otro dice: “Euskal Herria ha demostrado en la calle que está en contra de la acción represiva del Estado español”. Y uno ve la escasa asistencia a las pocas manifestaciones que se han producido en contra de la sentencia del sumario 18/98 y piensa, inevitablemente: “¿Que Euskal Herria ha demostrado su rechazo en la calle? ¿En qué calle?”

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El pasado jueves, George W. Bush dijo que el atentado que causó la muerte de la señora Bhutto fue “un acto cobarde”. ¿Cobarde, en concreto? Pues no sé qué habría tenido que hacer el asesino para demostrar su valor. Se lió a tiros contra todos y luego hizo estallar una bomba que llevaba adosada al cuerpo, sucumbiendo también él mismo. Un kamikaze. Si decidimos que quienes atacan al enemigo sacrificando sus propias vidas son unos cobardes, ya podemos empezar a retirar estatuas honoríficas en todas las ciudades de todas las naciones del mundo. A no ser que establezcamos que sólo es héroe el que muere por nuestra causa (sea la que sea), y que todos los que dan su vida en defensa de otras ideologías son unos gallinas.

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Para mí que esos expertos se piensan que los ciudadanos no salimos a la calle nunca, o que cuando salimos vamos con las anteojeras que ellos nos han puesto y somos incapaces de ver lo que tenemos delante de nuestras narices.

Lo peor de todo es que puede que tengan razón.


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