Inmersos como estamos en plena sociedad de la información, nos encontramos en una era en que sólo las noticias más llamativas (que no tiene por qué ser las más interesantes) saltan a nuestra retina. Algunas nos cautivan porque el titular engancha, otras por curiosas, otras por polémicas... por desgracia, también están esas noticias que es difícil olvidar simplemente porque cuando las leemos se nos crea una úlcera y las ganas de pegar puñetazos a la pared indiscriminadamente aumentan.

Hoy encontramos uno de éstos últimos casos, y es que, como leemos en Libertad Digital, la Plataforma de Apoyo al Lobby de Mujeres considera machista el latín para sus miembras y jóvenas. Lo cierto es que no es la primera vez que nos encontramos ante estos ejemplos de feminismo barato (y contraproducente), ya que algunos programas electorales de Izquierda Unida fueron en su momento un chiste en sí mismos. Sin embargo, permítanme creer, ingenuo de mí, que este tipo de sandeces ya habían quedado atrás.

Para Rafaela y Lourdes Pastor Martínez, presidentas de la Plataforma de Apoyo al Lobby de Mujeres y el Colectivo de Jóvenas Feministas, respectivamente, "el lenguaje está construido desde un sistema social patriarcal y, por tanto, injusto y desequilibrado", de modo que no es válido "recurrir a qué es correcto gramaticalmente o qué no lo es" apoyándose en "los patrones que marcan lenguas clásicas como el latín". ¿Y esto por qué? pues porque el latín se forjó en una "época en la que las mujeres éramos tratadas como esclavas y eran los hombres los que decidían y concentraban todo el poder", de manera que, para muchos términos, el latín "supone un lastre, ya que validamos nuestra sociedad mirando siempre a un pasado en el que no se ha tenido en cuenta a más de la mitad de la humanidad, que somos las mujeres". Todo esto ha llevado a estos dos colectivos a llevar a cabo durante este año la campaña "Por la erradicación del lenguaje sexista".

En primer lugar, y antes de que se nos comience a hinchar la vena, no estaría de más recordar a Rafaela y a Lourdes las diferencias básicas entre lenguaje y lengua: lenguaje, en su acepción más global y universal, significa Conjunto de señales que dan a entender algo. Sinceramente, me cuesta creer que el lenguaje de signos o el de las señales de tráfico sea machista (bueno, sí, en los baños públicos de caballeros hay un monigote con pantalones y en los de señoras uno con falda; qué desfachatez).

Supongo que lo que estos dos colectivos querían decir (aunque váyase usted a saber qué es lo que querían decir) es que la lengua, Sistema de comunicación verbal y casi siempre escrito, propio de una comunidad humana, es machista. Y amparándose (suponemos) en esta afirmación, repudian el latín y su carácter denigrante.

En muchas ocasiones, aplicar propiedades humanas a cosas que no lo son puede ser muy peligroso. Francamente, me encantaría saber si estas jóvenas tienen claras unas mínimas nociones de gramática. En primer lugar les convendría saber que una cosa es el género gramatical, aplicable a sustantivos, determinantes y adjetivos, y otra muy diferente el sexo, aplicable a los seres vivos. También es importante que la terminación de una palabra no se convierta en nuestro único indicar del sexo. Es posible que esta distinción irrite a aquellas personas que piensen que los machistas se excusan tras este argumento para disimular su imperdonable misoginia, pero, como muestra, varios botones:

- nauta, -ae: sustantivo latino que, aunque acaba en a y pertenece a la primera declinación (cuyos sustantivos son mayoritariamente de género femenino), es de género masculino. Traducción: navegante, que en español sirve tanto para el género masculino como para el femenino. Actualmente el sufijo -nauta se sigue usando en palabras como astronauta, que también sirve para ambos géneros y sexos.

- poeta, -ae: sustantivo latino que, aunque acaba en a y pertenece a la primera declinación (cuyos sustantivos son mayoritariamente de género femenino), es de género masculino. Traducción: poeta, que en español sirve para el género y sexo masculinos. Para el género y sexo femeninos existe ese hijo bastardo de la lingüística que llamamos poetisa.

- ¿Recuerdan esa porción de pared, rodeada de un marco, y sobre la que escribíamos con tiza cuando éramos estudiantes? Yo siempre la llamé pizarra, de género femenino, pero mucha gente lo llamaba encerado, de género masculino. Y, por Dios, no me pregunten por el sexo de las pizarras y los encerados, que eso son cuestiones que cada uno guarda en su casa.

- iuvens, -ntis: sustantivo latino de género masculino. Traducción: joven, que en español todo el mundo (menos estas señoras) aplica a ambos géneros y sexos.

Espero que con estos ejemplos haya quedado clara la diferencia entre género gramatical y sexo, y usted, amigo lector, comience a darse cuenta del absurdo que constituye enfadarse por la terminación de una palabra. Tradicionalmente, el cabreo de las feministas de palo ha estado ocasionado por la terminación en -o de palabras que se refieren a mujeres. Una argumentación bastante simplista, la verdad, si tenemos en cuenta la existencia de palabras como periodista (y todos los -istas), poeta o guardia, palabras ante las que ningún hombre (hasta el momento) ha montado en cólera. ¿Y qué pasa con las palabras cabadas en -e? Ésas serían más o menos neutras, ¿no? ¡Ante ellas, las feministas podrían conceder una tregua! Pues tampoco: habrá que decir jóvenas y estudiantas (maldita Carmen Romero), encaminándonos así ante una cacofonía y un desdoblamiento léxico absurdo y totalmente innecesario.

Hemos de recordar que, por el motivo que sea (yo al menos lo desconozco), muchas veces nos hallamos ante una misma palabra que, según su género, denota una disciplina o al agente social que la ejecuta: música (sucesión de sonidos modulados para recrear el oído), músico (el que hace música). Como ven, en este caso el machismo no aparece por ningún lado y empeñarse en llamar música a la mujer que hace música conllevaría un lío, como decíamos antes, totalmente innecesario.

Sí es cierto que hay muchísimos casos en los que algunos sustantivos masculinos no tienen (o no tenían) su homónimo femenino al referirse a profesiones tradicionalmente ejercidas por hombres, como médico o juez. De modo totalmente personal y subjetivo, he de decir que palabros como médica me producen una cacofonía insoportable. De todos modos, que nadie se angustie, ya que la lengua no la hacemos los filólogos ni los académicos; la lengua la hace el pueblo, y, con el tiempo, todo el mundo dirá médica sin que suene mal en absoluto.

Las presidentas de la Plataforma de Apoyo al Lobby de Mujeres y del Colectivo de Jóvenas Feministas pretenden que repudiemos el latín. Y bien, ¿se les ocurre algo mejor a cambio? ¿cambiamos todo nuestro sistema lingüístico por una cuestión social de la época? Me gustaría recordarle a estas dos señoras que, por suerte, no sólo los españoles hablamos español. Cada año, millones de personas en todo el mundo estudian nuestra lengua, bien por hobby o bien porque la vayan a usar. Y, como ustedes recordarán, estudiar una lengua no consiste en empollarse los doscientos millones de palabras que existen en esa lengua, sino que se trata de aprender unas normas básicas de gramática, sintaxis, derivación y composición que, si se aprenden bien, nos ayudarán a deducir gran parte del léxico y las estructuras gramaticales que encontraremos en la lengua meta. Por tanto, ponernos ahora a cambiar los sistemas lingüísticos constituiría un flaco favor a esos millones de personas que intentan aprender español, muchos de los cuales lo hacen de manera mucho más sencilla gracias al carácter románico de nuestra lengua.

Por otro lado (prometo acabar pronto), lo que de verdad no entiendo es ese afán por buscar culpables y enemigos que de ningún modo se pueden defender. Lo cierto es que se me revuelven las tripas cada vez que oigo la odiosa frase de que "la lengua es machista". Y es que a mí me van a perdonar, pero en mis libros de Historia nunca he leído que un sustantivo obligue a la mujer a quedarse en casa sin trabajar, o que una conjunción haya lapidado a una mujer por ser infiel a su marido. Tampoco recuerdo a ninguna oración de relativo haberle dicho a una mujer "aquí mando yo". Como decía antes (ut antea dixi), la lengua la hace el pueblo, así que intenten afinar un poco más a la hora de señalar a los culpables del machismo.

Desde el máximo respeto (pero también desde la mayor de las indignaciones), animo a la Plataforma de Apoyo al Lobby de Mujeres y el Colectivo de Jóvenas Feministas a seguir luchando contra vejaciones como las denigrantes diferencias salariales entre hombres y mujeres o la tristísima y avergonzante violencia de género. Pero por favor, dejen de decir sandeces en torno a si la lengua es o no machista, ya que es algo contraproducente que sólo puede volverse en su contra haciendo daño a su propia causa.

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Artículo relacionado: Arrobas y machistas.

(CORRECCIÓN: en la primera versión de este artículo aludía a nauta, -ae y poeta, -ae como sustantivos de género masculino. Gracias al anónimo que en los comentarios me ha recordado el imperdonable error.)