Un día, hablando con una amiga, me contaba lo muchísimo que le fastidia que las marcas de publicidad jueguen de una forma casi gratuita con conceptos tan importantes y a la vez tan difíciles de conseguir para la mayoría de los mortales.

El más usado y publicitado de estos conceptos es el de la felicidad. No son pocas las marcas publicitarias que no sólo han jugado con este concepto y lo han aludido directa o indirectamente, sino que muchas, además, se han autoerigido máximas suministradoras de este bien tan preciado y, a la vez, tan difícil de alcanzar. Por el momento me viene a la memoria aquel anuncio de Iberia en el que una jovencita conseguía emocionarnos y convencernos de que trabajar de azafata en Iberia es lo mejor que nos puede pasar.

Sin embargo, en este terreno de pretender verternos alguna lagrimilla, Coca-Cola es, sin duda, la marca rey. No han sido una ni dos, sino hasta tres, como poco, las veces que esta empresa ha aludido directa o indirectamente a este concepto. De hecho, en su última campaña, no duda en nombrar directamente la palabrita de marras.

Otro ejemplo muy claro, y aún más reciente, es el de Aquarius (también de Coca-Cola), que ha cogido la radio colifata de bandera y ha emitido un spot mostrándonos lo maravillosa que puede llegar a ser la vida si nos conformamos con poco. No me pregunten qué conexión tiene ese asunto con Aquarius, pero lo cierto es que han hecho una multitudinaria campaña incluso por internet, hasta el punto de que el diario Periodismo Digital le dedica todos los días un pequeño espacio con una maquetación idéntica a la de las noticias de verdad.

Lo cierto es que todas estas campañas, al margen de que en un momento dado puedan emocionarnos y atontarnos medianamente, a muchos nos enfadan por la forma en que estos señores nos toman el pelo y rebajan un concepto tan importante como el de la felicidad a unos niveles tan bajos y tan baratos como ir a un supermercado a comprar su dichoso producto. Aunque, bien es cierto que, por el momento, han sabido engañarnos con cierta gracia y cierto sentimentalismo de garrafón.

Sin embargo, esta misma mañana me encontré con la publicidad de Vilamar, una inmobiliaria cuyas casas, según su propio lema ('Llévale a vivir a un lugar feliz'), son un perfecto representante del concepto de felicidad. La campaña, aunque pretenciosa, no va del todo mal hasta el momento. Lo indignante es cuando uno ve en la imagen de la campaña a un niño vestido de ¿conejo? que lo que quería para su cumpleanos no era una fiesta, sino una piscina. El mensaje de la inmobiliaria no puede ser más claro: 'Déjate de cumpleaños chorras y compra una casa en condiciones'. Lo flagrante de esta campaña es que la inmobiliaria en cuestión no sólo se apropia, como tantos otros, del concepto de felicidad, sino que además, y haciendo muy poco uso del talante que todo vendedor de felicidad debe tener, lleva a cabo una agresiva campaña de publicidad según la cual, si tu casa no tiene piscina, no es una casa en condiciones.

Por cierto, que, a juzgar por sus casas, no parece que las madres de Coca-Cola tengan una piscina en el jardín, y de los de Aquarius ya ni hablamos. De modo que corramos a avisar a los de Vilamar de semejante ultraje de la felicidad para que corran a decirle a los de Coca-Cola que de eso nada, monada.

A ver si así, al menos, logramos que se maten entre ellos y nos dejen a nosotros en paz de una vez.

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