En estos días, cuando se menciona el término antisistema es, casi siempre, para hablar de violencia y vandalismo. Los medios de comunicación, especialmente la televisión, nos brindan, de cuando en cuando, noticias de las actuaciones esos grupos antisistema, o también antiglobalización, que casi siempre consisten en escenas de encapuchados lanzando cócteles molotov, contenedores y cajeros quemados, escaparates rotos… Sin embargo, esos antisistema, los que lo son realmente, sólo suponen una minoría dentro del conjunto de los ciudadanos antisistema. Los demás, la inmensa mayoría, defienden sus convicciones sin recurrir al vandalismo. Sólo que no salen por la tele.
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Antisistema es todo aquel que se posiciona, de alguna manera, contra el Sistema. Una parte de ellos lo hacen, por ejemplo, para intentar cambiar aquellas consecuencias del funcionamiento normal del Sistema que vulneran los derechos de las personas. Es decir, antisistema es quien actúa contra el paro, la precariedad laboral, la siniestralidad laboral, la pobreza, el hambre, la miseria, la falta de vivienda digna… o también, entre otros muchos y variados motivos, contra nuestro demencial Sistema educativo o el creciente déficit democrático (los que trabajan por la democracia, allá donde esta brilla por su ausencia, también son antisistema). Y es que el “pack” de los actuales sistemas de gobierno contiene algunos aditivos que no son en absoluto deseables. Salvo para los que no los padecen, naturalmente.

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