¿Cuántos de los aquí presentes son capaces de leerse un artículo entero de un periódico? Seguramente muy pocos (servidor, desde luego, no siempre). ¿Por qué será? Los lectores siempre alegamos que los medios de comunicación no saben expresar y contar las cosas, algo que en ocasiones es cierto pero que muchas otras veces nos sirve de excusa perfecta para ocultar que leer más de veinte líneas sin dibujos a veces se antoja un poco tedioso.

No obstante, los periódicos saben (sabemos) esto, y desde siempre han existido un sinfín de recetitas y trucos para hacer más agradable la lectura y conseguir atraer al lector. Pequeñas tácticas como la aparición del antetítulo, el subtítulo, los índices, los sumarios y otras pequeñas piezas han servido para ofrecer la información en pequeños packs a aquellos que seguramente no se lean el artículo. Del mismo modo, estas piezas también sirven como modelo promocional, ya que es una forma de presentar brevemente el artículo al lector, que seguirá leyendo si le interesa el tema.

Otro de los elementos que sin duda ayudan a la lectura son las fotos. No obstante, aunque en ocasiones los puretas del periodismo denostan y desprecian las imágenes y las califican de mero relleno, la foto no es ningún truco para atraer al lector, sino que en la mayoría de ocasiones constituye otra forma de ofrecer información que muchas veces incluso es más valiosa que el propio texto. Y es que eso de que sólo se puede informar con palabras es una idea comunicativa no sólo obsoleta, sino también, dicho sea de paso, bastante absurda.

Los periódicos siempre han hecho uso de trucos con los que conseguir que el despistado lector se detenga en su información y no divague. Como decimos, este tipo de trucos siempre parten del pefil vaguete de sus lectores e intentan ofrecerle algo atractivo y bonito para llévarselo consigo. No obstante, estas prácticas no sólo son legítimas, sino que tampoco se podría considerar que faltan al respeto al lector.

Sin embargo, hay otros ejemplos que sí parecen un poco insultantes. Con la llegada de internet y el traslado de los diarios al formato digital, los periódicos han tenido que desarrollar nuevos elementos de atracción. Además, la implantación de la Web 2.0 ha provocado que el volumen de personas que consultan información sea mucho mayor, con lo que la lucha por ser el medio elegido se ha endurecido. Ante esta situación, los periódicos han acabado recurriendo a métodos que podríamos tachar de cuestionables.

Uno de ellos es la maldita negrita. Ya saben, ese texto que sobresale del resto y en el que se destaca aquellos sintagmas (porque ni siquiera se destacan oraciones enteras) que, a juicio del editor, más interesan al lector. La negrita es ese recurso que utilizan los periódicos en su formato digital cuando piensan que no eres lo suficientemente espabilado como para leerte un copypasteado artículo de tan sólo cuatro parrafitos (porque los artículos de los diarios digitales suelen ser más bien cortitos). Es entonces cuando nuestro amado redactor/editor, temeroso de que nuestro cerebro se recaliente más de lo normal y nos explote la cabeza en mil pedazos, nos ofrece pequeñas gotas de negrita en las que nos resume la información a un nivel de 1º de EGB o 2º de EPS (Enseñanza para Simios).

El uso de la negrita en los textos digitales no sólo es patético comunicativamente hablando, sino que constituye en sí mismo un verdadero y auténtico insulto a la inteligencia y capacidad comprensiva de cualquier tipo de lector, por muy zoquete que éste sea.

En definitiva, una práctica periodística que sólo resulta comprensible si el que decidió llevarla a cabo era de los que subrayaban la palabra 'patata' en el colegio.

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