"En el ámbito concreto de los colectivos ecologistas, habría que empezar a preguntarse si no abusan a menudo de sus atribuciones. Es lícito, nadie lo niega, que ciertos ciudadanos se organicen en defensa del medio ambiente. Cumplen con ello, siempre que no se pasen de rosca, una función conservacionista y social digna de todo encomio. Pero lo malo es cuando se pasan y se dedican a entorpecer y retrasar, y más de una vez a cargarse importantes proyectos de desarrollo susceptibles de crear empleo e incrementar la riqueza y el estado del bienestar.

Repasando ayer unos papeles, encontré una carta del malogrado emprendedor Aurelio Álvarez (e.p.d.), en la que me comentaba unos aspectos del proyecto «Reino de Don Quijote», cuyas obras de infraestructuras ya llevaban un par de años realizándose. Me llamó la atención el dato de que la carta está fechada en el 2000, ¡hace la friolera de nueve años! Y hoy, año 2009, cuando ya hemos visto desvanecerse el gran sueño manchego del carismático leonés, y retirarse del proyecto la importante empresa estadounidense que iba a colaborar en el mismo, no podemos menos de lamentar los muchos años perdidos en combatir el sistemático incordio ecologista. ¡Cuánto tiempo e inversiones perdidas! Tantos han sido los años malgastados en esos pleitos que, aunque casi siempre se lograba rebatir legalmente las razones invocadas por los ecologistas, el gran obstáculo, a la postre, ha terminado siendo esta crisis que nos aflige y que ha barrido, como un huracán que hubiera arrasado Valcansado, uno de los más importantes proyectos de nuestra región. Y si el proyecto del Aeropuerto (también fustigado por los ecologistas durante años) ha podido verse realizado, lo ha sido, como se dice vulgarmente, por los pelos".

Más en este curioso artículo de Pepe Romagosa.