"Llevamos años oyendo de los problemas de los niños y adolescentes superdotados, de las burlas e incomprensión que padecen en la escuela, pero nadie se pregunta qué ocurre cuando nos hacemos mayores. Unos sufren en el trabajo porque no se adaptan. Otros porque sus jefes no toleran que sean brillantes. Y se queman. Se pierden para siempre".
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Fueron las ansias de medrar de algunos, las que convirtieron a la flamante ejecutiva en diana preferida de compañeros y jefes. De buenas a primeras, cuenta Mercedes, nada de lo que ella hiciera estaba bien. "Me vi sola, desplazada... Todo se hacía a mis espaldas. Querían que me sintiera una inútil. Y eso que había logrado, en tiempo récord, multiplicar por cuatro los resultados de la empresa. Fue tanto el acoso a mi alrededor que llegué incluso a desconfiar de empleados que yo tenía por honestos. Temía que alguno fuera a hacerme una mala jugada con las cuentas... Un calvario".
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Conclusión: se sienten marginados. Y, un hecho objetivo, en gran parte mal pagados. Entre el centenar de lumbreras encontramos hasta un matemático de 35 años, con 160 de CI -sacó la carrera en sólo tres cursos- y que hoy sobrevive con los 1.050 euros que le reporta la venta de seguros de hogar puerta a puerta. Un auxiliar administrativo de 26 años, químico de formación con un CI de 145, cuyo sueldo mensual no sobrepasa los 650 euros netos. O un ingeniero de electrónica, con 10 puntos más de inteligencia, que a sus 33 años cobra 1.080 como analista de sistemas.

Un curioso e interesante reportaje de El Mundo.