En tiempos de crisis, muchos ciudadanos sacan su peor cara a relucir, y uno de los temas más recurrentes en estos dos últimos años ha sido el de la inmigración. El caso más claro ha sido el de Inglaterra, donde han surgido ya muchos grupos que piden la expulsión de los inmigrantes o que, al menos, cualquier ciudadano inglés pueda conseguir trabajo antes que un extranjero.

En España parece que la situación está más calmada, aunque Rajoy ya quiso revolotear la granja en septiembre del año pasado con unas declaraciones que pocos deben de haber olvidado:



Por suerte, Rajoy no consiguió que su xenófobo mensaje calase entre la sociedad, aunque últimamente se vuelven a oír esas voces. "No es una cuestión de racismo", dicen, "sino de que si están aquí tienen que intentar trabajar, como hacemos todos, en vez de estar tocándose las narices cobrando el paro". Es curioso ver que algunos españoles no pueden conformarse con el cobro del paro y están buscando empleo desesperadamente al mismo tiempo que no entienden y critican que los inmigrantes, que en ocasiones tienen familias mucho más numerosas que las españolas, puedan apañarse con el paro. "Eso es que tienen otros chanchullos aparte, y además cobran el paro".

Quizá esos españoles deberían plantearse que los inmigrantes han trabajado tanto como el resto y se merecen igualmente cobrar el paro. Y, lo que es más, a lo mejor la mayoría de los inmigrantes que trabajan en España no se hipotecaron cuando ni siquiera eran fijos en su trabajo, no se compraron un coche que tardarían muchísimos años en pagar, no se han ido todos los años de vacaciones por todo lo alto o no se han comprado una segunda vivienda cuando aún no han terminado de pagar la primera. En definitiva, quizá la mayoría de estos inmigrantes no han decidido vivir por encima de sus posibilidades. En esos casos, la paga por desempleo no se torna tan insuficiente.

No es cuestión de racismo; es cuestión de sentido común.