Sobre las diez de la noche del pasado martes 1 de septiembre, sonó el móvil de Alfredo Pérez Rubalcaba. No le llamaba Zapatero, porque el ministro del Interior tiene grabada una melodía especial que sólo suena cuando se trata del presidente del Gobierno. Era Esperanza Aguirre.

–Alfredo, quiero pedirte disculpas. De verdad que no quería decir eso ni mencionarte en este asunto.

Se refería la presidenta de la Comunidad de Madrid a las declaraciones que por la mañana había hecho en Telecinco, donde acusó directamente a Rubalcaba de haber ordenado realizar escuchas telefónicas ilegales a dirigentes del PP. Antes de aceptar las disculpas y de exigir a Aguirre que rectificara en público, el ministro se permitió un desahogo.

–Mira, Esperanza, me tenéis ya hasta las pelotas. ¿Qué es eso de que “escuchas, haberlas haylas”? Déjate de coñas. Pues claro que las hay, las que autorizó el juez y las que habían hecho el tal Peña y compañía. Las conversaciones publicadas estaban en la denuncia original, y las gordas gordas de verdad no se han filtrado. Así que ya está bien, joder, que lleváis todo el puto verano mintiendo y calumniando.

–Venga, Alfredo, no te pongas así. Ya me conoces y sabes que no iba contra ti. Nosotros también tenemos que defendernos...

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