El pasado 3 de abril, la TDT desbancó a lo analógico y se convirtió en el modelo de televisión imperante en España. Esto ha traído consigo algunos problemas, ya que miles de hogares constituyen ese 1,5% de territorios a los que no llega la TDT y, por tanto, se quedan sin tele, un asunto que ha traído polémica por la exclusión de estas llamadas zonas de sombra. Ya se han contado casos de núcleos que se han quedado sin TDT de forma involuntaria. Sin embargo, hay quien no tiene TDT y no la quiere ver ni en pintura. Y ejemplos hay muchos.

Uno es el de Agustín Salmerón, un contable de 28 años. Para Agustín no hizo falta siquiera una despedida: “Llevaba como cinco años sin encender la televisión absolutamente para nada, así que prácticamente ni me he enterado de que se iba a acabar lo analógico”. Agustín no critica la tele, pero tampoco se identifica con ella: “Soy consciente de que a mucha gente le gusta y la ve, y me parece estupendo que cada uno haga lo que quiera. Pero yo hace años que no veo la tele; no me interesa lo más mínimo. Aunque creo que también es un poco de deformación profesional; los números me tienen comida la cabeza”.

No todo el mundo se muestra indiferente hacia la tele: detrás del perfil de quien ha prescindido de la TDT hay mucha crítica hacia la caja tonta: “Estaba cansada de la basura que querían que viésemos”, asegura Sonia Rojas, de 32 años y directora de una residencia de mayores. Su argumento es compartido por José Antonio Vélez, un estudiante de Turismo que al menos había conseguido darle un uso terapéutico: “La televisión lleva mucho tiempo sin ofrecerme nada interesante y sólo la encendía por las noches para tener algo de ruido de fondo para dormir”.

Más en este reportaje que publico hoy en El Confidencial.