Horas antes del partido de España contra Honduras, una tubería reventó en el hotel donde se alojaban los jugadores de ‘La Roja’. La inundación momentánea de la entrada del edificio ocupó 30 segundos en más de un informativo nacional y cientos de páginas de información. Pero no, no son esas las aberraciones del Mundial.

Algunas saltan a la vista: ¿qué hace un señor con aspecto hindú enarbolando con forzado fervor la bandera de España en las gradas de un estadio de Sudáfrica? Ocurrió por ejemplo en Durban, sede del primer partido de España contra Suiza, una ciudad con mucha población hindú y precisamente donde Ghandi empezó a construir su mito. Los hindúes fueron convocados a un partido donde no se esperaba mucho público – había apenas unos 400 aficionados españoles en las gradas – para que animaran, para rellenar. Más extremo es el caso de Corea del Norte, que ha ‘contratado’ a un millar de chinos para que animen a la seleccion norcoreana en sus partidos. ¿Por qué chinos y no norcoreanos? Porque los norcoreanos no pueden salir de Corea así tan fácil.

Si seguimos echando un vistazo a las gradas del Mundial, encontraremos probablemente a funcionarios del Gobierno de Sudáfrica. A pesar de las órdenes dadas por el ministro de Finanzas, la oposición afirma que al menos cinco ministerios del ejecutivo han gastado más de 1 millón de euros de dinero público en comprar entradas. Solo el departamento de Comunicación ha comprado 2786 entradas, según sus datos.

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