Durante estos días, todos los medios se hacen una pregunta: ¿Quién ha ganado el debate sobre el estado de la nación? ¿Zapatero? ¿Rajoy? ¿Los dos? ¿Ninguno de los dos? ¿Andrés Iniesta?

Me van a permitir la pregunta: ¿Alguno de ustedes ha estado viendo el debate? No entero, ojo, me conformo con que hayan visto una cuarta parte. En caso de que la respuesta sea afirmativa, vayan mis más sinceras felicitaciones. Tienen ustedes los cojones cuadrados.

Y es que, por lo general, el debate sobre el estado de la nación es una de esas cosas que al ciudadano le dan igual y que tan sólo nos gustan a los apasionados de la política o a los periodistas. Pero, ¿por qué? Lo cierto es que el debate es un coñazo insufrible y larguísimo, y no hay casi anuncios relevantes ni acontecimientos dignos de destacar. ¿Por qué nos gusta tanto, entonces?

Yo estoy convencido de que es por mero entretenimiento. Los que estamos tan acostumbrados a lidiar a diario con los políticos acabamos descontextualizando la política y sacándola del marco social que la corresponde, para convertirla simplemente en el objetivo de nuestros análisis. Como si fuésemos un científico analizando a dos ratones, a los que hemos llamado Sujero A y Sujero B. Como si fuésemos ajenos a la política, los analistas y periodistas diseccionamos cada minúscula parte de ella con la misma pasión con la que un científico incipiente desarticula una molécula y la analiza detenidamente. Pero no nos involucramos realmente en lo que pasa ahí dentro. Todo nuestro interés es científico, analítico, en ningún caso es un interés humano. Así, analizar al dedillo el debate sobre el estado de la nación, tragárselo entero y cuestionarse quién ha ganado puede ser, incluso, hasta divertido. Todo ello fruto de esa mirada desde fuera, desde la indiferencia.

Lo malo es cuando la política va tan sumamente mal que a los analistas y periodistas nos es imposible mirarla desde fuera, como si no nos afectase. Es entonces cuando nos damos cuenta de que quienes antes para nosotros eran simplemente el Sujeto A y el Sujeto B, sin ningún tipo de acercamiento humano por nuestra parte, ahora son el Cabrón A y el Cabrón B, gracias a los cuales estamos todos verdaderamente jodidos con la connivencia y parsimonia de los cabrones C, D, E... Es entonces cuando la política deja de ser un juego para nosotros y nos empezamos a dar cuenta de lo que realmente es: una mierda.

Así las cosas, permítanme que reitere mis felicitaciones a los que se han tragado apenas la cuarta parte del debate y continúan debatiendo quién ha ganado. Porque a mí, sinceramente, quién ha ganado me importa lo mismo que me importa la política en sí: una mierda.


P.D.: El gran JR Mora dedica hoy un post a los motivos por los que los medios somos cada día más estúpidos.