Hubo un tiempo –breve, bien es verdad- en el que los políticos sólo aparecían en los medios llevando bajo el brazo una noticia. ¿Cómo hemos llegado a la omnipresencia de los partidos en la información? Todo empezó, probablemente, cuando las televisiones públicas se vieron obligadas a pesar y medir los gramos de propaganda política en las campañas electorales. La costumbre se institucionalizó y ahora su presencia mediática es perenne. Si ellos piensan que los medios son sus oficinas de prensa, lo realmente grave es que nadie se lo discuta.

La información nada tiene que ver con los votos. No es noticia lo que piensan los líderes políticos sobre todo lo que acontece. No lo es el patético recurso al “rifirrafe”, para colocar las declaraciones de uno diciendo que “todo es blanco“, y de su oponente afirmando que “todo es negro“. No es objetividad, es mal periodismo. La gama de los grises y de todos los colores y tonos están en los datos, en el trabajo. No nos aporta nada redifundir al infinito sus repetitivos discursos. Sólo crea desinformadora crispación, buscada, en muchos casos. No es periodismo aceptar los silencios cuando a los políticos no les conviene hablar. Pero ¿Quiénes se han creído que son? Nuestros representantes, nuestros bien pagados empleados.

Más en este excelente artículo de Rosa María Artal, a la que todos los asistentes al V Café&Periodismo aplaudimos y ovacionamos tras preguntarnos cuándo íbamos a dejar de hablar de publicidad y de negocio para empezar a hablar de historias y de periodismo.