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La venta de Tuenti refleja la falta de aire fresco en el capitalismo español, en el que apenas media docena de empresas (Santander, BBVA, Telefónica, Iberdrola o Repsol) copan el 90% del Ibex 35, lo que convierte al selectivo español en un coto cerrado. Escasamente representativo de lo que un día se llamó nueva economía y que hoy se vincula a la sociedad de la información. Los viejos oligopolios (gas, teléfonos o electricidad) -junto a los servicios financieros- continúan dominando el mercado bursátil tras el derrumbe del ‘ladrillo’. Y hoy los grandes empresarios de este país -los que verdaderamente mandan- caben en un taxi. Ni siquiera el llamado ‘capitalismo popular’ ha servido para dar oxígeno al sistema.
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Se trata de un fenómeno preocupante que pone de manifiesto la incapacidad de la economía española para crecer al margen de las grandes corporaciones, lo que tiene indudables efectos sobre el empleo. Un país que mata a los semilleros de la innovación y de la creatividad a las primeras de cambio tirando de chequera tiene un problema, y eso es lo que está sucediendo en España desde hace al menos dos décadas. Los gobiernos han preferido apostar por las grandes multinacionales antes que respaldar pequeños proyectos que normalmente mueren ahogados por problemas de financiación.

Más (y mucho más interesante) en este artículo de Carlos Sánchez en El Confidencial.