María Dolores de Cospedal parece un programa informático. Se coloca delante de las cámaras, pone en marcha el mecanismo de abrir y cerrar la boca, y comienza a pronunciar, con una neutralidad que pone los pelos de punta, las atrocidades contenidas en su disco duro, que un día son éstas y mañana las contrarias. Programada para comenzar las vacaciones denunciando las irregularidades de los aparatos del Estado, en agosto de 2009 llegó a la playa, como cualquier persona normal, pero en lugar de colocar la toalla informó, sin mover otro músculo que no fuera la lengua, de que la policía era corrupta, de que los jueces eran corruptos y de que los fiscales eran corruptos. Se sobreentendía, por eliminación, que los actores del caso Gürtel eran unas almas de Dios. Luego se dio un baño sin realizar, al adentrarse en el mar, ningún gesto que delatara la diferencia de temperatura entre el agua y la atmósfera.

Algo más en esta piececita de Juan José Millás.