Hace un mes aproximadamente estuve discutiendo con un compañero de profesión. A él le cabreaba que la gente del Movimiento 15-M se autodenominasen 'indignados'. "Yo no comparto sus ideas y también estoy indignado, por no estar de acuerdo con ellos no dejo de estar indignado. Han robado una palabra y la han hecho suya", me decía.

Este compañero mostraba un cabreo que podría verse lógico si no fuese por un detalle en el que no cayó: la etiqueta 'indignados' fue puesta precisamente por nosotros, por los medios de comunicación.

La historia es bastante sencilla: cuando surgieron las primeras manifestaciones, concentraciones y acampadas, a los medios les pilló en bragas. Durante varias semanas habían estado ignorando un movimiento minoritario pero incipiente que podía acabar en algo o no acabar en nada. Casi todos los medios pensaron que acabaría en nada, de modo que cuando acabó en algo bastante grande les pilló a contrapié, sin saber qué hacer con el movimiento ni cómo tratarlo. Por aquel entonces, lo de Movimiento 15-M ya se empezaba a oír, pero aún de forma muy tenue. El apelativo más frecuente era el de Democracia Real Ya, pero tenía un problema: además de no ser del todo exacto, era demasiado largo para los titulares de los medios impresos. Así, los medios buscaron una etiqueta más o menos breve, y optaron por el adjetivo que más usaban los manifestantes para expresar su sentimiento general: indignados. El uso de esta etiqueta fue más improvisado que otra cosa. No hubo malas intenciones; en cualquier caso, se pecó de torpeza y de poca seriedad.

Esta etiqueta es uno de los problemas con los que, de forma involuntaria, se ha encontrado el 15-M: muchas personas les criticaban haberse apoderado de un sentimiento que cualquier otro ciudadano puede tener, cuando lo cierto es que el 15-M no se había apoderado de nada. De hecho, eran muchos los manifestantes a los que la palabrita en cuestión les cabreaba por su poca seriedad. También fueron muchos los periodistas que criticaron la etiqueta, ignorando que habían sido ellos mismos los que la habían instaurado.

En mi trabajo diario, nunca he llamado 'indignados' a nadie. Siempre he optado por Movimiento 15-M o #acampadasol. La etiqueta 'indignados' es una denominación que, además de absurda, es muy poco seria. Los periodistas se equivocaron (nos equivocamos) al usarla; es probable que muchos no lo hicieran con mala intención, pero quizá sí con una pizca de desmerecimiento y muy poco rigor.

Lo malo de esta etiqueta es que el propio 15-M acabó cayendo en ella con la Marcha Popular Indignada y con diversas notas de prensa en las que ellos mismos se denominan de esa forma. Ahora ya no es la prensa; ahora es el 15-M el que se ha apropiado la etiqueta. Y es importantísimo que renieguen de ella cuanto antes.

Pero, ¿por qué tanto debate por una simple palabra? ¿Por qué tiene que ser tan importante cuidar las denominaciones? Muy sencillo: porque luego te equiparan a un terrorista y pasa lo que pasa.