1. Falta aún tarea, pero el terrorismo de ETA se ha terminado. No es una cuestión de creer en la palabra de los encapuchados, tantas veces rota. Es una evidencia porque no se trata sólo de una declaración más: porque es parte de un proceso que lleva ya mucho tiempo en marcha. ETA lleva casi dos años sin matar. Renunció hace meses al chantaje a los empresarios, ese llamado “impuesto revolucionario” que era su principal fuente de financiación y que ni siquiera se dejó de cobrar durante las anteriores treguas. También ha abandonado la kale borroka. Y lo más importante: su sustrato social ha asumido que les irá mucho mejor por la política que por las armas. El éxito de Bildu, que hoy sueña incluso con ser la fuerza más votada en Euskadi, blinda del todo el final. Por eso es tan improbable la vuelta atrás. Por eso se ha terminado para siempre.

2. La conferencia de este lunes en San Sebastián ha sido importante. Es verdad que ese documento, tan internacionalmente apoyado, hacía suyo un lenguaje y una semántica más propia de Batasuna. Sin embargo, ha sido tremendamente útil al servir como pista de aterrizaje para que ETA pudiese intentar justificar su derrota, su abandono de la violencia sin concesiones políticas. La maniobra más difícil en el mundo de la aviación es el giro de 180 grados: el tiempo necesario es inversamente proporcional al tamaño del ego del piloto. Y ETA necesitaba algo con lo que cubrir su ego en el fracaso, para vestir mínimamente su vergonzosa derrota. No hay que dejar que ese relato, que es el suyo, sea el que pase a la historia. Pero sí reconocer y aplaudir el papel de Lokarri y de los tan insultados mediadores internacionales por ayudar a tejer la mortaja.

Y así, hasta diez.

P.D.: Y de regalo: entrevista exclusiva al jefe de ETA.