Este sábado, el Aeropuerto de Ciudad Real firmó un capítulo más de su obituario. El avión de pasajeros rumbo a Barcelona de ayer es el último trayecto de Vueling, que a principios de agosto confirmó su marcha del aeropuerto tras cumplir el contrato de 2,3 millones que firmó con la Junta de Comunidades por volar desde Ciudad Real.

No era un día más en el aeropuerto. Tras poco menos de tres años en funcionamiento acogía su último avión comercial, y una avalancha de medios de comunicación de toda España estaba allí para recoger la entrada en coma de la infraestructura. Un rápido recuento nos demostraba que allí había incluso más periodistas que trabajadores.

Los pocos pasajeros que tomarían el último avión presenciaban sorprendidos cómo se convertían prácticamente en la noticia de la jornada, al ser los ocupantes del último avión comercial que despegará desde el que quizá sea el aeropuerto más caro y ruinoso de nuestro país. En pleno concurso de acreedores, con 319 millones de euros de deuda, financiado gracias a la intervenida Caja Castilla-La Mancha pese a su autoproclamado carácter privado, con un ERTE, construido por las empresas de los propios socios...

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