Cada equis tiempo, todos vemos con cierto humor cómo un partido político que se haya quedado anclado en su vieja guardia presenta de repente a unas elecciones (del tipo que sean) una lista en la que destacan dos o tres figuras nuevas, y generalmente jóvenes, con la que intentan vendernos una imagen reciclada, contemporánea y modernizada del partido para recuperar votos que huyeron por la desilusión y el olor a rancio. Sin embargo, a todos nos entra un poco la risa con todo esto, ya que sabemos de sobra que, cuando el viento no sople a favor, no serán precisamente los nuevos los que puedan tomar decisiones.

En todos los sitios cuecen habas, y en Ciudad Real, últimamente, cuecen más habas que nunca. A las elecciones municipales de 2003 acudieron un PP devaluado, cuyo máximo cáncer era un candidato, Francisco Gil-Ortega, al que ya no aguantaban casi ni los propios votantes. No obstante, enfrente se encontraba un PSOE que desde hace unos años viene echándose la siesta política y sus miembros andan más pendientes de pescar un cargo en la Diputación o en la Junta que de hacer algo en el Ayuntamiento. Así, fruto de este choque de no-fuerzas, Gil-Ortega renovó su alcaldía pero con una escasísima ventaja de 400 votos de nada.

Estaba claro que para las próximas elecciones habría que hacer algo, y en el PP se pusieron a ello. El primer cambio y más absoluto fue el de candidato, ya que Gil-Ortega se marchó a la Junta y dejó en su lugar a Rosa Romero, que no sólo era una candidata nueva (aunque en la Diputación ya la conocían bien) sino que además presentaba una lista renovada con gente como Lydia Reyero para concejala de Cultura, Santiago Amores para Juventud y Ricardo Peral para Festejos, una serie de nombres que hacía pensar en una quizá ilusionante renovación en un partido que empezaba a oler a podrido, sobre todo en algunos de los predecesores de estos tres nuevos concejales. Como todos sabemos, la lista de Rosa Romero ganó las elecciones con una absolutísima mayoría y estas tres personas se convirtieron en concejales imprimiendo a sus Concejalías los nuevos aires y la nueva personalidad que pretendían aportar. Pero la vieja escuela nunca descansa, y, en los últimos tiempos, algunos de los nuevos concejales han visto cómo los Zaplanas y los Acebes del Ayuntamiento de Ciudad Real no sólo los han desautorizado para según qué cuestiones, sino que además los han ninguneado de una forma muy poco elegante.

Hace poco tuvo lugar la polémica de la Banda de Música que todos recordamos. Al margen de lo acertado o no de la actuación de Lydia Reyero, lo cierto es que, a la hora de la verdad, Rosa Romero no quiso afrontar personalmente la situación ni tomar demasiadas cartas en el asunto y delegó en Javier Morales, al que le encargó que siguiese de cerca la situación con unas formas que poco o nada beneficiarían a Reyero, que de repente vio cómo el compañerismo brillaba por su ausencia en el equipo de Gobierno del Ayuntamiento, que la desautorizó por completo y tomó una decisión totalmente opuesta a la que había tomado ella.

Hace apenas unos días nos hemos encontrado con otro ejemplo parecido. Al término de la Feria y Fiestas de Ciudad Real, la Policía Local pidió que para el año que viene se elimine el botellón y las casetas de la Feria por ser un constante nido de conflictos. A Ricardo Peral se le presentaba entonces una situación que parecía complicada pero que no tenía por qué haberlo sido si Peral hubiese optado por hacer lo que hicieron sus antecesores. Y es que tomar decisiones a un año vista es tan inútil como contraproducente: ante la petición de la Policía Local, Peral podría haber soltado algo así como "la situación de conflictos y peleas que se ha vivido este año ha sido alarmante y no permitiremos que se vuelva a dar el año que viene", por ejemplo; de este modo, el concejal habría salido más o menos airoso sin decir absolutamente nada y el año que viene, cuando la gente se hubiese olvidado de todo, la cosa habría podido seguir igual que todos los años. No obstante, Peral recogió el testigo de la Policía y el pasado domingo aseguró que el año que viene no se permitirá hacer botellón en la Feria. Esta decisión es tan absurda como simplista, pero en fin, era la tomada por el concejal, de modo que uno se esperaba que tuviese un poco de consistencia y durase, al menos, un par de meses. Pues bien, esta prematura decisión apenas duró un día, ya que el mismo lunes, el portavoz del Ayuntamiento, Francisco Cañizares, aseguró que la decisión de Ricardo Peral no era firme en absoluto y que, cuando llegue la Feria del año que viene, se verá lo que se hace.

Uno puede pensar que tampoco hay que exagerar con estas correcciones a ciertos concejales, ya que su inexperiencia puede hacerles cometer pequeños errores y no está del todo mal que sus compañeros más expertos les corrijan. Sin embargo, tanto en una situación como en la otra se ha producido un desprecio y un ninguneo que llaman especialmente la atención si tenemos en cuenta que los políticos saben perfectamente que la misma cosa se puede decir de muchas maneras. Pero la vieja guardia del PP optó por las malas formas: Javier Morales no sólo desautorizó a Lydia Reyero y aseguró que "no hay ninguna decisión firme", sino que literalmente incitó a "que no se tenga en cuenta las declaraciones de Lydia Reyero", ya que el proyecto de Banda que llevaba a José Alfonso como director "es el preferido de la concejala, y así lo ha manifestado, pero no es definitivo". Por su parte, Francisco Cañizares, tres cuartas partes de lo mismo: no sólo aseguró que la postura en torno al botellón de la Feria no se va a adoptar hasta el año que viene, sino que les dijo literalmente a los periodistas que la decisión de Ricardo Peral no va a salir adelante, unas declaraciones de las que el propio Peral quizá se enterase antes por la prensa que por su propio compañero de filas.

Ante el libertinaje y la falta absoluta de rectitud política, ya estaba tardando la vieja guardia del PP de Ciudad Real en salir a poner las cosas en orden. Como Dios manda.

P.D.: Al ritmo que llevamos, ya sólo falta que sea Miguel Ángel Rodríguez el que desautorice a un nuevo concejal. ¿Quién será el próximo?

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