En ocasiones, los periodistas y los ciudadanos se enzarzan en continuos debates acerca del trabajo que realizan los primeros. Servidor, que -lógicamente- se mete dentro de los dos grupos, mantiene una lucha diaria atendiendo a sus derechos y deberes profesionales sin dejar de lado en ningún momento sus derechos y deberes ciudadanos y procurando que ambos perfiles vayan en consonancia.

Los ciudadanos no tienen ningún reparo en criticar mordaz y a veces cruelmente a los profesionales de la información, acusándoles de ser partidistas o -aún peor- de no ser más que meros transcriptes de rueda de prensa y no ahondar más allá. En estos casos, los ciudadanos tienen toda la razón del mundo y sus dardos están excepcionalmente dirigidos. Sin embargo, a veces uno se plantea qué tipo de prensa merecen/merecemos los ciudadanos. O mejor: qué tipo de prensa están/estamos cultivando los ciudadanos.

Es indiscutible que el periodismo cumple una evidente función social y que ha de estar al servicio del ciudadano, que -llegado el caso- podrá reprocharle que no esté respetando su derecho a obtener una información veraz y plural. Sin embargo, todos los colectivos de una sociedad quizá deberían ejercer una voluntaria solidaridad y empatía para que todos los agentes sociales luchen por sus derechos sin estar solos en esa lucha.

Un ejemplo: es verdaderamente desesperante y avergonzante el uso que las comunidades autónomas y los ayuntamientos hacen de sus televiones públicas. El caso más indignante es el de Telemadrid, pero los ejemplos son muy numerosos y afectan a todos los colores políticos. Nos quejamos de los empresarios y promotores inmobiliarios que hacen y deshacen a su antojo en los medios de comunicación, pero, ¿qué pasa con los poderes públicos que cada día se ríen en nuestra propia cara maltratando la información y tratando a sus propios periodistas como a marionetas sin que éstos puedan hacer nada? A día de hoy casi todos los ciudadanos se quejan del deficiente estado de los medios, pero, ¿dónde está la acción ciudadana? Ayer hablaba con una persona que me decía que la acción ciudadana, simplemente, no existe: los foros son poco menos que un desahogo, pero en ningún caso constituyen un verdadero ejemplo de agrupamiento ciudadano a tener en cuenta. Lo mismo puede pasar con los blogs. En este blog, por ejemplo, se permiten los comentarios anónimos; ¿Hasta qué punto podemos considerar representativo un conjunto de opiniones en el que una persona ha podido opinar treinta veces distintas? ¿hasta qué punto hay que tener en cuenta un foro en el que a lo mejor no está representada ni la décima parte del colectivo afectado por aquello que se está debatiendo?

Está claro que la conciencia ciudadana, al igual que el periodismo, está en crisis. Los ciudadanos no conocen/conocemos los cauces para nuestra participación en la política, ni conocemos qué derechos podemos exigir que se cumplan. Sin embargo, ¿cambiaría algo si supiésemos todo esto? ¿Llevaríamos entonces a cabo una verdadera acción ciudadana? ¿Hasta qué punto nuestras quejas van más allá de la pura verborrea? Parece que ha llegado un momento en que, dada la situación de ambos, ni los ciudadanos le pueden pedir cuentas a los periodistas ni los periodistas a los ciudadanos, ya que en ambos colectivos impera una mayoría que ni sabe lo que debe hacer ni quiere saberlo en absoluto.

Los ciudadanos criticamos la escasa conciencia comunicativa de los periodistas, cuando en realidad sabemos que el periodista quizá (quizá) iría más allá si 'la mano que le da de comer' le permitiese hacerlo. Actualmente los periodistas somos tan jornaleros como los que recogen la vendimia; lo único que nos diferencia es que los periodistas, en principio, no deberíamos ser tales jornaleros. Con la ciudadanía pasa algo muy parecido: a todos nos encanta criticar y despotricar sobre todo lo que se ponga por delante, pero, ¿realmente conseguimos algo con eso? ¿Desarrollamos de ese modo unas líneas coherentes de actuación ciudadana? ¿Acaso no somos jornaleros al servicio de una democracia en la que nosotros mismos pisoteamos nuestros derechos más fundamentales antes de que nos los pisotee nadie?

Con esto no pretendo librar de culpas al gremio de los profesionales de la información, ya que los periodistas deberíamos luchar por la libertad de expresión y de prensa al margen de que alguien nos apoye o no. Sin embargo, como ciudadano observo que es posible que a diario no haga todo lo que esté en mi mano para luchar por mi derecho a la información. Hace tiempo que los periodistas -independientemente de la respuesta obtenida- nos preguntamos si estamos luchando por nuestra libertad de prensa. Pero, ¿acaso los ciudadanos se preguntan si están luchando por su derecho a la información? ¿Qué es más importante, el derecho a la libertad de prensa o el derecho a la información? ¿Qué está antes, el periodista o el ciudadano?

Quizá haya llegado el momento de que nos preguntemos: ¿Qué prensa merecemos los ciudadanos?

P.D.: La foto de arriba es de Gema Campos Hernando.

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