"Decía un profesor mío que en una discusión empiezas muy cerca de la posición de la otra persona y acabas muy lejos, por la inercia de la discusión misma".

Lo que leéis arriba es un extracto de una entrevista a Xoel López (Deluxe), en la que acabó hablando del funcionamiento de una discusión.

La frase es tan obvia y tan cierta que no merece casi explicación, pero sí que puede merecer la pena pararnos a reflexionar sobre ello. Y es que el concepto previo de una discusión o -sobre todo- de un debate parte de un objetivo máximo: llegar a un entendimiento, a un acercamiento, a una postura intermedia. O, cuanto menos, a que cada uno de los agentes que participan del debate puedan informarse sobre otras posturas, algo que de una manera u otra enriquece la conversación y a los conversantes.

Sin embargo, el concepto real de debate dista mucho de su concepto previo. Hoy en día un debate no es una confluencia de ideas que pueden compartir puntos comunes. Es más, ni siquiera se busca ningún tipo de acercamiento ni de entendimiento de la otra postura. Hoy en día un debate, una discusión, es una auténtica batalla, una lucha a machete en la que sólo puede quedar uno en pie. No importa a quien tengas delante, no importa quién sea; lo único importante es vencer y aniquilar al contrario.

Pero hay más. Ni siquiera existen los debates entre posturas más o menos cercanas pero que se distingan tan sólo en algunos puntos. Esos debates ya no existen. Ahora mismo sólo existen puntos contrarios y, por tanto, enfrentados. Esto puede darse por dos motivos: en primer lugar, porque a aquellos que sólo se diferencian en dos cositas no les interesa en absoluto el debate. Quizá éstos serían los debates más interesantes, ya que la empatía sería más cercana, pero todos hemos aceptado el concepto de debate como el de una confrontación a degüello, y el tiempo que emplees en debatir legítimamente con alguien es tiempo perdido que deberías estar empleando en aniquilar al contrario.

Existe otro posible motivo. Y es que el concepto previo de un debate parte de llegar a un mínimo entendimiento o a una mínima confluencia de ideas. Sin embargo, y como bien decía el profesor de Xoel López, en un debate las posturas, lejos de acercarse, se alejan cada vez más. ¿Por qué? La razón no es otra que la propia inercia de una discusión.

Hace unos días hablábamos por aquí de la más que posible alianza PSE-PP para sacar al PNV de Ajuria Enea. En aquel artículo yo defendía la posible indignación de los votantes del PSE y del PP por que su partido se haya aliado con su natural enemigo. Varios defendíais por aquí la buena salud de ese pacto, ya que obligaría a ambos partidos a entenderse de alguna manera y a hacer política juntos. Sin embargo, yo sigo pensando que el sector fuerte de cada partido sigue obcecado en esa cerril actitud de que el que no está contigo, está en tu contra. Primer tipo de confrontación.

Algunas personas también defendían (no sólo aquí, sino también en los comentarios que hubo en este artículo en Soitu) que el pacto PSE-PP era positivo siempre que con ello se consiguiese echar al PNV del Gobierno. En este caso nos encontramos ante el segundo tipo de confrontación, en el que dos agentes contrarios (PSE-PP), al haber encontrado que tienen algún punto en común (el rechazo al nacionalismo vasco), no se dedican a debatir sus pequeñas diferencias en ese sentido, sino que prefieren emplear ese tiempo en aniquilar al que tiene una postura totalmente contraria a la suya.

Como ya decíamos antes, no resulta económico -dialécticamente hablando- sumergirte en interesantes y pequeños debates cuando puedes dedicarte a poner a parir al contrario del modo más irracional y pasional posible.

Y es que los debates, discusiones, argumentos y posturas, contrariamente a lo que cabría pensar, son cada vez más pasionales e irracionales. Hoy en día la gente es del PP o del PSOE como quien es del Madrid o del Barsa. No hay opción de cambio. Da igual que el equipo o el partido de tus ¿amores? haga todo mal. Tú siempre lo defenderás a capa y espada e irás a fuego a por el que ose a criticarlo. Quizá este tipo de pasión e irracionalidad se pueda entender desde el punto de vista familiar. Una vez vi una entrevista en la que El Chojín -un rapero- aseguraba que la lucha dentro del rap existe: piques, batalla de egos, de rimas, insultos, peleas, descalificaciones... el rap es un ejemplo particularmente curioso de cómo la gente se puede tirar los trastos a la cabeza por definición, aunque sólo sea mero juego o mera competición. Sin embargo, El Chojín decía que el rap es una familia: puedes estar todos los días poniendo a parir a tu hermano, pero siempre lo defenderás cuando alguien de fuera de la familia vaya a por él.

Quizá dentro de estos parámetros podamos entender las descabelladas defensas que hace la gente acerca de su equipo de fútbol, su grupo de música favorito o los miembros de su familia. No obstante, mientras en estos ambientes está permitida la pasión y la irracionalidad, en la política no lo deberían estar.

Y es que la política, como cualquier lógica argumental, se basa en la razón y en el debate productivo. Aunque algunos todavía no se hayan enterado.