Dr. Jekyll
De un tiempo a esta parte, el cine español está sufriendo un ataque no sólo constante sino también -si me lo permiten- totalmente injusto y desproporcionado. Estamos acudiendo a una etapa en que los cineastas y actores españoles son una panda de maleantes, vagos y recogesubvenciones, una serie de descalificaciones que recuerdan a las épocas más rancias de insultos, como cuando la panda derechista los insultaba por manifestarse contra la guerra de Irak.

¿La culpa de todo? Pues parecen tenerla las descargas. Y es que desde la industria cinematográfica de nuestro país se lleva varios años intentando que el Gobierno ilegalice las redes P2P y que todo aquel que quiera ver cine español tenga que pasar por caja. Esto no ha sido bien acogido por la mayoría de los internautas que usamos las redes P2P, eso es cierto. Y también es cierto que tenemos todo el derecho del mundo a protestar si algo no nos parece correcto. Ahora bien, lo que está ocurriendo es totalmente desmesurado, y el sector internauta se ha talibanizado hasta tal punto que, como decíamos antes, poco nos diferencia de los Jiménez Losantos o los Césares Vidales a los que tanto despedazamos a diario.

Si el búnker de los derechistas retrógrados es la COPE y Libertad Digital, el de los internautas es Menéame. Servidor se confiesa ferviente admirador de este portal, que visita varias veces al día a través de la web y desde Twitter, pero la talibanización ha llegado demasiado lejos. Si buscamos 'cine español' en la web nos encontramos con ejemplos de cómo se intenta despedazar este género mediante noticias que en ocasiones son muy poco objetivas: El drama del cine español, Hugo Silva: "Me he bajado 'Mentiras y gordas'", El Gobierno destinará 75 millones de euros a financiar el cine español... Es cierto que también encontramos artículos en portada que critican absurdeces como la esquizofrenia P2P de El País o que internet tenga la culpa del fiasco del cine español, pero creo que nos estamos pasando.

Recuerdo que un día, en este vorágine de odio y desprecio al cine español, vi la siguiente pregunta: ¿Pasa algo si el cine español desaparece? Efectivamente, amigos, nos estamos pasando tres pueblos. Siempre podremos criticar el cine español, o el espíritu quejica de muchos de sus empresarios, pero lanzar la guerra hasta un punto en que incluso nos planteemos que el cine español desaparezca es una verdadera aberración.

En primer lugar, porque meter a todo el cine español en el mismo saco es un análisis tan simplista que desde el primer momento desacredita al que lo lleva a cabo. En el cine español hay películas fantásticas, películas normalitas y auténticas bazofias. Es así de simple. Fin del debate. En segundo lugar, porque, aunque haya una industria complementaria, el cine es cultura, como muchas veces recordamos los internautas. Y es que las cosas son cultura sólo cuando nos interesa que lo sean. El cine y la música son cultura cuando queremos bajárnoslos del eMule, pero no cuando tienen que recibir ayudas. Sería totalmente impensable -y denunciable- que un Gobierno no ayudase económicamente a sus creadores a llevar a cabo proyectos que implican su crecimiento como autor. Por otro lado, los detractores del cine español critican ferozmente a los creadores y los acusan de caraduras y recogedores de subvenciones, como si la subvención fuese la panacea para todos ellos. Quizás convendría recordar que las subvenciones llegan a muy pocas producciones, a una pequeñísima minoría, y que la mayoría de proyectos tienen que salir adelante sin ayudas públicas o con unas ayudas con carácter más de donativo que de verdadero fomento de la creación.

También se critica que se concedan subvenciones a proyectos que luego no son rentables. A mí me van a perdonar, pero, por mucho ojo que tengan los que conceden las subvenciones, se me antoja verdaderamente complicado saber si algo va a tener éxito simplemente leyendo unos folios escritos o, como mucho, viendo un trailer. Además, no entiendo dónde está el problema de subvencionar proyectos que no van a generar beneficios. Precisamente una de las tareas de la ayuda pública es contribuir a sacar adelante proyectos que no sólo no son rentables, sino que a lo mejor ni siquiera pretenden serlo. ¿Cuántos festivales de música o de teatro han visto ustedes en sus ciudades cuya entrada es gratuita y cuya financiación corre a cargo de las instituciones públicas? Muchos, muchísimos. Y es que no todo se tiene que mirar con el objetivo de que sea rentable, sobre todo a la hora de conceder ayudas. De hecho, aquello que va a ser rentable es precisamente lo que menos ayudas necesita. Los proyectos que verdaderamente necesitan que se les eche un cable económico son aquellos proyectos que ni son ni pretenden ser rentables, sino que fomentan otro tipo de cosas, como el crecimiento del autor o el enriquecimiento intelectual del espectador que disfruta el espectáculo.

El hecho de que los actores y cineastas se quejen no implica que vaya a dejar de bajarme películas del eMule o del BitTorrent, eso está claro, ya que considero que disfrutar de estos productos culturales sin necesidad de pagar es un derecho. Ahora bien, convertir la lucha por un derecho en una guerra santa es algo no sólo desproporcionado, sino también totalmente injusto.

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Ésta ha sido la versión del Dr. Jekyll. Mañana miércoles, la de Mr. Hyde.

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